Un regalo ha llegado. Mis manos y mis ojos se lo pelean. Viajó durante más de ochenta años. Atravesó el Atlántico en un vapor, cuando trasladarse entre continentes sucedía solo sobre el mar. Salió de Hamburgo, llegó a Guatemala. Fue entre 1927 y 1931. Se trata de un libro, un método Berlitz para aprender alemán que mi abuelo, estudiante en Hamburgo, envió a su primo Lazarito.
Esa generación se fue extinguiendo. Se los llevó su siglo. Poco a poco, uno a uno muriendo. Es la historia irremediable de las familias, de la humanidad. Se van y en sus espacios vacíos van quedando recuerdos y también símbolos.
No sé cómo apareció este libro de letra gótica y olor a historia vieja. La buena noticia es que mi tía Margarita me lo regaló. Y ahí, con su letra de principios de siglo XX está la firma de mi abuelo, una y otra vez. ¿Qué mejor fantasma, para asomar en un libro?
No sé cómo apareció este libro de letra gótica y olor a historia vieja. La buena noticia es que mi tía Margarita me lo regaló. Y ahí, con su letra de principios de siglo XX está la firma de mi abuelo, una y otra vez. ¿Qué mejor fantasma, para asomar en un libro?
Hasta el último de sus días me habló en alemán. Con él lo practicaba. Pero murió cuando yo tenía 16 años y ese idioma que tanto aprendí ahora duerme en el recoveco más escondido de mi mente. Hoy a mis 45 regresa mi abuelo con algunas lecciones. En forma de libro, de nostalgia. ¿Cómo se le llamará a eso?