ALGO SE ROMPE ADENTRO

Colgado como columpio llevo en el hombro una bolsa de colores. A veces un morral. Dentro traigo un universo, lo de siempre. También un libro pequeño para leer en los semáforos, y un estuche de colegio. Es viejo mi estuche. Creo que lo tengo desde que iba a la U. Aquella otra vida. Es verde limón con una florecita rosada. Adentro conviven lápices, un bolígrafo que no falla, muchos banderines de colores para perpetuar páginas y un marcador fosforescente. El marcador tiene un sticker que palidece. En él se lee una sombra: » Adrián Piñol, 4to grado C». Ha recorrido muchas palabras y hoy se cansó. Su luz amarilla se apagó.

Y no entiendo porque me duele su silencio. Lo froto para revivirlo. Lo sacudo. Lo soplo. No resucita. Y sigo sin comprender porque no puedo dejarlo descansar en paz.


Adrián se graduará el año que viene, el 4to grado C quedará muy atrás. Tal vez el marcador lo presiente, y prefiere no estar. Y digo de nuevo, no entiendo. Porque se nos rompe algo adentro, un cristal, una historia. Se nos hace trizas, a mi marcador y a mí.

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