¡Es tan guapo! y lo sabe. Con su tamaño gigante y porte de gran señor, observa con arrogancia, y a su vez con la serenidad que le han regalado sus tantos años. Amanece vestido de algún azul y en el atardecer se cambia, se adorna, es un coqueto caballero.
No me canso de verlo, me tiene enamorada. Es el Volcán de Agua. Se sabe admirado y se deja ver desde casi cualquier punto. Su imponente estampa nos recuerda que estamos de paso y que somos pequeños y frágiles humanos. Ninguna eternidad será como la suya.