Tu paz interior manda. Es quien te fortalece, te acompaña y te levanta.
Si le da por escaparse -simpática ella- toca salir a buscarla. Hacer un viaje mental. Regresar a aquella conversación, o al desencuentro poco afortunado, volver a donde sea que tuvo a mal extraviarse. Desmadejar las hebras que la ahuyentaron, rebobinarlas hasta que hagan sentido y muestren el camino por el que huyó.
Aunque le duela al ánimo, buscar hasta encontrarla. Tomarla de la mano –darle un coscorrón por desobediente, después un beso- y aferrarnos de nuevo a ella.
Paz imprescindible, no cabe el lujo de de su pérdida. Resulta caro, te deja en quiebra, con el ímpetu hipotecado.