16 de octubre, 2012
Ayer recordamos a Santa Teresa de Avila. Por tradición veneramos su santidad. Por convicción admiro su humanidad. Teresa de Avila vivió en una época en la que el cerebro femenino y su capacidad eran seriamente cuestionados. Las mujeres no podían opinar, ellas mismas desconocían su voluntad. Teresa desafió todo prejuicio. Fue determinada, entusiasta y poseedora de un espíritu a prueba de rechazos. Despectivamente la llamaban «mujer inquieta y andariega». Benditas sean su inquietud y sus andanzas. Gracias a su voluntad de hierro transformó su entorno espiritual. Su visión, misticismo y fe han trascendido durante 500 años. En mi Ipod, tengo su poema «Nada te turbe», cada vez que la necesito, Santa Teresa me recuerda que Dios no se muda.