Tantas historias han sucedido desde el día uno. Con ellas aprendemos pequeñas formas de reinventar la vida. No falta el temor, tampoco la impotencia que llega cuando nada es certero.
La pandemia ha tocado muchas vidas. Conforme avanza en su extraño ciclo, la sentimos más cerca y a pesar de su cercanía, procuramos guardar la templanza.
He visto llorar a alguien querido porque el COVID trajo muerte a su familia. También la veo hacer acopio de fuerzas para continuar su propia batalla. Y aprendo. De ella, de mi vulnerabilidad, del silencio implícito en el confinamiento. De quienes buscan formas nuevas de ganarse la vida.
Esta experiencia serpentea entre zozobra y esperanza. Mientras tanto, extrañamos personas, ritos, momentos que antes eran asunto seguro. Han quedado del otro lado de las nuevas fronteras y aguardan. Todos aguardamos.
Cuento el tiempo porque cada día que termina simboliza uno menos.
Volveremos a abrazarnos.
