No hay deseos

Bajo la sombra de tantos días lúgubres, mi cubeta de los deseos terminó de desvanecerse.

Ya venía débil, mi quimera. Entró cojeando al nuevo año y su desenlace llegó con la distopía, en lenta estocada.

Se hizo invisible mi colección de arrebatos potenciales, su sitio en mis sueños más sólidos quedó vacío.

Es curioso, después de acariciar pequeños anhelos y también grandes proyectos, después de conocer cada curva de cada trazo, ni siquiera recuerdo qué anoté en mi extraña lista.

La libertad, el eje de los deseos más fervientes, hoy es un concepto fragmentado.

Dentro de los muros inmensos del confinamiento queda maniatado cualquier intento por rozar la divina locura del experimento, por saltar a un lugar de ensueño o llevar a cabo, al fin, aquel reencuentro.

Tras de una mascarilla impersonal quedó adormecido el ejercicio imprescindible de la ilusión.

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