Monte de la soledad

Hay un monte solitario donde me pierdo cada tarde. Solo los perros de nadie conocen mis escondites, puede ser que los árboles también.

Espacio verde y salvaje, se convierte en refugio, una guarida, el escape desesperado a esta condición de desencuentro y desencanto.

La pandemia mundial nos tiene desbordados, en casa se ha erigido la torre de Babel. Bajo su sombra de múltiples incertidumbres languidezco.

Nadie comprende a nadie. En el aire flotan cuchillos invisibles.

En mi monte encuentro oxígeno, luz, mariposas ignorantes de las penas.

Árboles de muda sabiduría, flores que se abren a una única primavera.

Dentro soy visible en la medida en la que soy necesaria. Afuera soy visible e invisible al mismo tiempo. La mejor forma de existir.

Los perros sin dueño asoman desde extraños escondites, les temo suficiente para no acercarme demasiado. Como si adivinaran, ellos hacen lo mismo. Sin embargo, siempre salen a mi encuentro.

Son libres, los perros de nadie.

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