Llegas espeso, siete de diciembre, inmensamente denso, por la carga de los muchos recuerdos.
Fogatas que respondían a la algarabía infantil con risa de chispas, cuetillos como poporopos, la casa de los abuelos, los buñuelos, verdades grandes de una vida simple.
Aquellos fuegos, hoy extintos, asoman, como fantasmas, en tu ventana de calendario.
Llegas ancho, día de llamas antiguas, para que quepan tantas imágenes sepia,
Amplio, para la vasta memoria.
Sucedes inevitable, cada año, siete de diciembre.
Y me revientan en el pecho los ecos de tus viejas historias.