Retrato

Pero ¿qué haces Facebook? ¿Por qué la grosería? ¿Para qué me agredes con recuerdos?  La mujer de esa imagen  soy yo, sí, pero…no. Fue hace tantos años y tanto acontecer que ni yo me reconozco. Pero bueno, para mi tranquilidad, ella no puede ver su versión de hoy. No mira estos ojos que se cansan detrás de los lentes que la edad coloca para encarar a la presbicia. No siente las cordilleras de sangre que ahora habitan las venas de mis manos. Montañas de edad. Tampoco ve el  trazo abstracto que el tiempo y la vida dibujan cada día sobre mi rostro. Todo esto, sin embargo, no sería sorpresa. Es un gaje que habita la superficie, un asunto de simple apariencia. Nadie se salva. Tiene incluso una deliciosa gracia.
Menos mal no ve lo que adentro ha transmutado. No se entera de que lo vivido ha dejado cicatrices en el optimismo que construyó durante la juventud. Que su cerebro sigue curioso, aún más quizás, pero que entendió que existen preguntas para las cuales no encontrará respuesta. Ese rostro sonriente ignora que la experiencia otorga humildad para aceptar eso y mucho más.
Jamás podrá saber que esa sonrisa de la foto era de entusiasmo por lo que vendría, y la de hoy es porque aunque no todo llegó como lo imaginó, ha sobrevivido, y encontrado otras razones menos extravagantes para sonreír. No entendería del todo que sus niños crecieron demasiado pronto y que acompañar hijos en el crecer es un reto mayor que muchas veces deja sin aliento.
Esa fotografía de mujer joven no podrá contar cuántas veces la vida la puso a prueba. Fue tomada en un tiempo tan anterior, tan diferente. No tenía ni la menor idea de lo que llegaría, de cómo lloraría, de lo que dejaría ir, de las piedras y las flores que encontraría en su camino. No tenía noción alguna de lo mucho que aprendería. Verás, red social que esta noche despiertas nostalgia, la certeza de que esa versión joven no puede enterarse de lo que sucedió después, es un alivio.
Porque las fotos son más que una imagen bidemensional. Detrás de ellas se guarda el contexto de cómo era la vida en ese instante. De qué sentíamos, de qué sabíamos y de a dónde, supuestamente, llegaríamos. No sabemos las personas capturadas en fotos que el plan es otro. La vida manda. Si me tomaran hoy otra fotografía idéntica, misma blusa rosada, mismo maquillaje tenue y cabello y pose, sería otra la mirada. Aunque durante apenas un segundo,  intentara replicar la algarabía que había en mi alma, no lo lograría. Mi expresión contaría  una historia  más completa. Como sea, este relato terminará de escribirse hasta que me vaya para siempre. Y así les sucederá a todos. Las fotos son apenas segunditos de existencia. 
                                    

  

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