Como si me viera al espejo

Se mezcla todo. Esta sensación de identificar nuestro andar con el de algún personaje inventado en un libro se parece a la de navegar con atropello dentro de la  confusión de una obra surrealista. Imágenes y sabores en franca oposición.  Salado, dulce, amargo o ácido. Luz contra sombra, terciopelo o lija.

Y llega de golpe un asombro tan fuerte que empuja al cuerpo en un brinquito involuntario. Sentimos un pellizco de auto compasión con nudo de lágrimas incluido, o una chispa de alegría momentánea amarrada a una carcajada secreta, pequeña.

El contexto es quien manda. Nos conduce al dolor o al gozo o a ambos juntos. Y sí, existe tal ambivalencia, es una verdad descubierta por quienes observan a fondo.

 Ansiedad tal vez y, casi siempre, revelación rotunda. Tal torbellino  sucede cuando nos encontramos ante  este ser de letras, como imagen en el espejo.  Los capítulos de su vida, con emociones, silencios o escándalos, amores o soledades, pérdidas o logros, podrían haber sido copiados de nuestra existencia invisible y común. 

Sus rasgos y equivocaciones, lecciones a destiempo o milagros parecen dejavú. Pero el autor no nos conoce, y su personaje es una fantasía literaria. Nace y muere en la imaginación de quien lo escribe.

¿Por qué entonces, nos sentimos ahí en el centro y la tormenta de su argumento? ¿Será por vil y llana coincidencia? ¿O es manifestación inconsciente de  necesidad,  será el anhelo necio de identificación, de significado? 

Entre más lectura acumulamos, más lo pensamos. Experimentamos estos encuentros una, dos treinta veces. a más vida recorrida, más vida encontrada.

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