Cada quien tiene un muelle

En mi muelle de San Blás…
(Cada quien tiene el suyo)
 Hundimos al ser en esos momentos de olvido, cuando el espíritu es nuestra única compañía,
Días en los que abrimos los ojos y ya estamos  adivinando -anhelando quizás-  el regreso de aquel 
barco que se llevo las  promesas…
Contemplamos todas las lunas que han transcurrido,
 hacemos inventario de lo que se ha ido, 
Tardes y amaneceres.
De lo que ha quedado y de lo que no fue,
encuentros o ilusiones.
El tiempo trae entonces la revelación mayor.
Entendemos que el barco no vuelve. 
En silencio quedamos, de pie frente al mar del pasado, 
con  sal en el rostro,  de la brisa y de las lágrimas, 
con paz en el recuerdo y  desasosiego ante el futuro. 
Todo es una contradicción.
¿Será que todos los barcos partirán para volver jamás?
El mar d se agita y revuelve, pero no abandona.
sus aguas llegan al muelle, con recuerdos y augurios.
No sucede cada día, pero a todos nos pasa. Y cada quien tiene un muelle, 
su muelle de San Blás.
  

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