«Sólo la mano del deseo, sólo su aire fresco y estremecido,
recorriéndonos, levantándonos a vivir»
Jaime Sabines
Esta mañana me recorrió y me levantó esa mano de la que habla mi amigo don Jaime. Me levanté a vivir. Claro que si, optimista yo, en el primer día hábil de la primera semana del primer mes de trabajo de este 2015. Pero la broma que me ha jugado este lunes es gris, parece nube a punto de desarmarse cual cascada, pronta a hacer berrinche.
Berrinche el que traigo yo atragantado en el pecho. Resulta que llego muy ejecutiva a mi pecera. Sí, mi oficina ahora es una pecera. Me siento la pececita dorada de Gepetto. Remodelamos las instalaciones y ahora las paredes son de vidrio, las puertas son de vidrio, a la derecha, a la izquierda, al frente. Tanto vidrio. Remodelamos suena a lujo. Estamos a media remodelación. Pareciera que estamos naufragando. Con muebles atravesados, cajas atravesadas, ánimos más que atravesados.
El berrinche lo traigo contenido porque mi computadora tronó. Tronó a sapo. Buen chapín he de usar. No hay servidor, no había internet, no hay información para tratar de dilucidar cómo se fue al fin el año pasado. Qué dejó y qué se llevó en esta danza del comercio. No puedo acceder a nada. Mi máquina tronó. La trasladamos diez metros y en el viaje de remodelación el motherboard dejó de funcionar. ¿Quién entiende eso?
Quedará muy linda la oficina después de su cambio de imagen. Moderna, funcional y fresca. Estamos contentos. Son estos momentos de “para mientras” los peludos. Los desesperantes. Y yo sin compu, sin sistema, ando de aquí para allá sin brújula.
Además de este caos pequeño, debo reciclar, destruir, archivar lejos y despedirme de veintitantos años de documentos. De trabajo y más trabajo. De evolución en asuntos profesionales y de algunos personales que se han colado por aquí. No quiero deshacerme de nada. Es sentimentalismo, no es precaución. Peor aún. Leí que se requiere de fuerza para aferrarse a ciertos asuntos, pero de inmensa fortaleza para dejarlos ir. Pues soy una debilucha, con raquitismo para romper. Incapaz de dejar ir.
Nuestra nueva imagen no tiene espacio para fotografías, para frases pegadas en los escritorios, mucho menos para mis libélulas y mariposas. Toda formal quedará mi pequeña y hermosa pecera. Completa cuando resuelva el tema de mi computadora. Luminosa.
Si don Jaime viviera le diría que esta vez no bastó que me recorriera la mano del deseo para levantarme a vivir. Yo que vine y mi herramienta que le dio por irse. Y así empecé mi semana primera.