VIVALDI O BARBRA

No es lo mismo preparar un informe financiero escuchando a Vivaldi y sus violines de estaciones, que hacerlo con la dulzura de Barbra Streisand recordando a mi audífono «The way we were». 
El concierto para violín en F mayor, contando cosas de invierno, la más rotunda de las estaciones de don Antonio, otorga energía a los números. Brincan seguros en las casillas, las fórmulas sonríen. El informe es dinámico, no hay espacio para indecisiones. La historia que narra es de plomo. Trae peso, mucha fuerza.
Cuando la voz de miel de Barbra embruja el ambiente con nostalgias, los números titilan como estrellas. Despacio se colocan en sus celdas, se escurren porque quieren consolar a la cantante, para que no le duelan tanto los recuerdos. Sollozan con la suavidad de la tonada. Su ritmo es suave y lento. Se abrazan y bailan. Dan vueltas antes de ubicarse en sus casillas. Suspiran.

Como sea, trabajar con números en compañía de música, amaina soledades y engaña la rutina. Sea sinfonía, sea balada, alegría o melancolía, eleva la experiencia. Embellece el resultado. Silencios se rompen y nacen obras de arte.


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