Rebobinar los años como quien busca dónde quedó la bifurcación.
Padecer la certidumbre de que en algún sitio se perdió el camino alterno.
Saber que jamás sabremos,
es tan largo el tiempo.
Un blog de Nicté Serra
Rebobinar los años como quien busca dónde quedó la bifurcación.
Padecer la certidumbre de que en algún sitio se perdió el camino alterno.
Saber que jamás sabremos,
es tan largo el tiempo.
La tristeza es un espacio en el que, con un extraño matiz, la creatividad florece.
Tal vez por la elocuencia de las sombras.
Tal vez porque el contraste entre pasado y futuro, optimismo y desolación, realidad y anhelo es brutal, se hace evidente como nunca.
Necesita salir del alma eso que la quiebra, o necesitamos explicar el porqué del abatimiento. Entonces el lado creador del cerebro enciende las fuentes. Nace arte de las lágrimas, nace belleza del dolor.
Una paradoja inmensa de la condición humana.
He tirado la misma toalla muchas veces. Quedo empapada de falsas razones, muerta de frío, desnuda y triste.
Pero hoy me ha iluminado un misterio indescifrable, una noción antes durmiente.
No es cuestión de tirarla, es cuestión de secarme distinto. De arroparme yo misma, de no morir de frío en aguas ajenas.
Te soñaba. Habitabas sueños frecuentes, vívidos, multicolor. Rozaban esas noches cierta felicidad. Pero no eras tú. Soñaba con una versión tuya que el inconsciente tejió. Eras un invento onírico para recrear la historia. Una osadía.
Sin embargo, a paso de noches largas y de fantasías tejidas con el humo de una esperanza desvanecida, la caverna del cerebro que fabrica los sueños perdió el brío. Claudicó. Abrió los ojos. Con aplomo, se hizo dueña de la verdad.
Aceptó que no hay ilusión superior a la contundencia de la realidad y, con sutileza, nos enseñó de una vez por todas a despertar.
Queda un espacio entre la noche y la madrugada como puente tiende sus manos a la una y a la otra. Se llena, el pasaje atemporal de fantasmas de recuerdos de tristezas de canciones. De deseo. Es una grieta, un portal donde el tiempo se detiene cientos de luces estallan dentro. Lo muerto cobra vida mientras sus manos de eternidad sostienen la efímera existencia. Luego el silencio luego el insomnio y la memoria. La necia memoria que no deja de dar vueltas a su carrusel de pérdidas.