Muerte en la distancia

Contra los estragos del fallecimiento de un cariño inmenso, de una presencia sólida en la historia personal, de alguien que adornó la infancia con fantasías, con dulzura, y con generosidad los años de la lucidez, no existe antídoto.

Y si la muerte nos pilla lejos, sin posibilidad de un rito para la completa despedida, el dolor se llena de filo. Corta y entra, corta y entra.

Quedan recuerdos sobre un llano remordimiento. No hubo momentos para aprender a despedirnos. Lo importante sucumbió bajo lo urgente, lo imprescindible bajo lo absurdo.

Queda el recurso de la escritura para oficiar las necesarias depuraciones.

Como esta, aguardan noches sin dormir, que no sean mil y una.

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