Recoger a mi madre tras un día navaja.
Sentir su compañía,
su alegría por tener la mía.
Llevarla a escuchar la música
que le tejió la historia.
Ver su asombro, encontrarle las nostalgias.
Conocerle otros fantasmas,
comprender la luz de sus boleros.
Tomar sus manos,
agradecer la dicha,
la fortuna,
nuestra historia.

“Usted me desespera,
me mata, me enloquece
Y hasta la vida diera por vencer el miedo…”
Precioso poema. Un gran regalo.
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