Ojalá guardara las versiones antiguas, lo que fuimos, la mirada plena de curiosidad, esperanzas en multiplicación constante, el terso hábito de soñar. Ojalá del pasado, el espejo reflejara el fundamento, aquello que otorgaba juventud genuina, el conjuro de las bellezas profundas. Ojalá contuviera esencias, un rostro acostumbrado a sonreír, el relieve de los labios húmedos por el hábito del beso la pupila bailarina a pulso de curiosidad. Ojalá resguardara intacto un conglomerado de facciones felices por siempre creer. En la vida, en la alegría, en el grande amor. Ojalá el espejo, en su calidad de lumbre, con el poder de la proyección, comprendiera lo que la vida fue grabando en el líquido de su superficie. Ojalá, como quien posee la sabiduría del tiempo colocara lo mejor de lo pretérito en la incertidumbre del presente. Ojalá el regalo del recuerdo aguardara por siempre imperturbable en la serenidad del espejo.
