GIMNASIA PARA LAS EMOCIONES

Nobody else could ever know, the part of me that can’t let go…

Vas en el carro. Tu mente es víctima de un enjambre de mil pendientes por hacer, de asuntos por decidir. Son un escándalo. Hacen tanta bulla que aturden a otras ideas más relajadas.

De repente sucede un milagro: empieza a sonar cierta canción en el radio ¡Es tan bonita! Llega vestida de recuerdos. Tiemblas y corrientes de emociones recorren tu sistema. Sonríes. Su tonada es tan poderosa que el enjambre de pendientes hace silencio. Como en película cuentera, viajas a algún pasado, a un lugar de entonces. Sientes la compañía de viejos cariños. Memorias intensas, imágenes amadas.

La canción y las sensaciones son el regalo del día. Cuando termina, regresas al hoy y al aquí, el ruido vuelve a la mente, pero sientes alegría. Eso es honrar al buen recuerdo y hacer gimnasia con las emociones. Un regalo simple pero grande. Cae del cielo y lo cobijas a brazos abiertos.

The finest years I ever knew…


PRIMERAS VECES

Recuerda todas esas “primera vez”. Procura que no se vayan, pon a buen resguardo la emoción que cada una de ellas te regaló. Las mariposas, los escalofríos o la sensación de triunfo. Algunas de nuestras primeras veces marcan un antes y un después, muchas resultan memorables.

Una tarde cualquiera tu papá decide que es hora de quitarle las llantitas a la bicicleta. Se te cae la barriga pero te disfrazas de valiente. Zigsagueas con las manos aferradas al timón, la lengua mordida y tu papá prendido atrás corriendo y animándote. Montas por primera vez bicicleta de verdad, y no puedes creer que ya seas grande.


Te subes al bus, tus piernas son tan pequeñas que no alcanzas los escalones groseros de la camioneta amarilla. Una monitora te recibe y te coloca en un sillón enorme y verde. Nunca antes habías estado en bus. Llevas una cartulina con tu nombre y grado, prendida con un ganchito al uniforme. Aun no puedes leer lo que dice, ni te importa mucho, lo que te da ilusión es usar lonchera. No conoces a nadie. Es la primera vez que asistes al colegio y te sientes niñito importante.

Y creces. A paso de año llegan otros estrenos. Te invitan a tu primer repaso, los nervios ya bailan y ni siquiera te has bajado del carro. Te sacan a bailar por primera vez en tu vida y te sientes la niña más completa del universo. Si eres hombre, sacas a alguna chica a bailar, nunca lo habías hecho antes. En silencio practicaste. ¡Acepta! Y de pronto e te olvida como se baila, de que se supone que le ibas a platicar y hasta tu nombre. Pero bailan, y todo sucede en armonía. Te siente campeón. Ya sabes sacar a bailar.

La cosa se va poniendo mejor. Llega la primera cita, el primer amor y el primer beso. ¿Cómo olvidar semejantes pedazos de vida? No faltan los corazones fracturados. Esos duelen cada vez, a la primera, a la segunda…siempre.


Sacas tu primera licencia y te emociona lo que representa. Libertad para conducir, tu primera responsabilidad civil. Tu sensación primera de que te haces adulto. Lo mismo sucede con el trabajo. Tu primer sueldo te trae una sensación de logro. Uno de las más trascendentales.

Sigues en el camino, y te sorprende un evento importante como pocos. Te haces madre o padre por vez primera. Das a luz y vuelves a nacer. De nuevo te sorprende una primera vez, la mejor de todas.

Hay otros muchos debuts. Toca atesorar aquellos que nos dieron sentires y colores, y no olvidarlos. Son estampas en el pasaporte de la vida.