La paradoja del arrobamiento creativo es inmensa. Las piezas más profundas surgen cuando el silencio se hace denso, la soledad implacable, la resignación absoluta.
Las palabras sueltan estelas de hermosura cuando se inflaman con el desaliento.
Los textos se crecen cuando aceptamos completo el lado humano del fracaso.
La tristeza se amansa. Ennoblecida, la tristeza se escucha, como fuente inagotable de belleza.
Acaso es la vulnerabilidad total del ser el lugar en donde se consuma la condición de artista.
Tal parece que la pena busca tregua en sentencias estéticas.