Es curiosa la pregunta que me haces. Ni busco palabras que describan este desboque, sabrá alguien si existen.
¿Cómo explicarte? Basta con decir que me sedujo desde aquellos años en los que unos día era niña grande, y otros mujer pequeña. Culpable fue Bécquer, con él empezó este gusto que no termina. La poesía. La poesía traviesa, la que hace cosquillas, la que cuenta pasiones, provoca llantos o despierta ganas. La poesía que desgarra. Me arrastraron los poetas sin remedio a un despertar de adrenalina y suspiro.
Era ta joven…Versos y más versos escritos en aquel cuaderno de química, esa ciencia de elementos que no rimaba ni emocionaba. Preciso era balancear ecuaciones con poemas. El arte de letras con soniquete daba gracia a la materia de laboratorio, me salvaba de aquel tedio. Me salva ahora de otros tantos. La poesía toda aleja oscuridades. Con gracia, ocupa vacíos.
Pero no sé, ¿qué puedo decir? se mueve el corazón con el juego de palabras y choca contra las costillas. Da vueltas, como ballerina de joyero a veces, como trompo enloquecido otras. Leo a Sabines y escucho dentro de mi silencio el Claro de Luna de Debussy. En las frases de Mario saboreo vino o mermelada, Gioconda ofrece párrafos con fragancia de trópico, Alfonsina trae el sonido del mar, y me deja sin aliento.
Los sentidos todos explotan ante la buena poesía.
Suave gozo o alivio intermitente, el ánimo escoge.