En franca rebeldía

Amanezco  con el espíritu rebelde. No sucede todas las mañanas. Pero ponerme de pie así, poseída, es un fastidio.  Distintas sinrazones provocan mi pequeña rebelión. Un mal sueño, lejanías y algunas certezas que me disgustan, no puedo cambiar  y  en esos días destemplados se me pegan con Crazy Glue a los pensamientos.  O me entristecen. Póngales el nombre que quiera. 

Hace unas semanas leí una historia hermosa. No se las cuento porque es larga, compleja y sucede muy lejos. Léanla.  Un niño de doce años poseía un espacio mágico.  Su madre biológica había muerto al dar a luz. -Sí, triste, pero la madre adoptiva era fenomenal. 

 Su rincón de los milagros era el escritorio en el que su mamá muerta trabajaba cuando estaba viva. Lo dejaron tal como ella lo abandonó.  Hasta el abrigo colocado sobre los hombros de la silla. Un poco de su fantasma para sentirla mucho.  En momentos de penas y descubrimientos, el chico llegaba y le platicaba. Como quien suelta un balde de agua,  la empapaba con el caudal de sus emociones.  Le pidió algunos imposibles, y claro, se los concedió.  

No tengo un bolígrafo o un cuaderno que haya pertenecido a mi papá cuando vivía. Mucho menos un escritorio y una silla con su saco para engañarme dibujando sus hombros. Lo que queda de su fantasma lo encuentro a veces en el mar. Y resulta que no vivo en el mar.   Como esta mañana ando rebelde, quisiera un espacio, un sonido, un olor. Algo suave entre mis manos.  Para inundarlo con todo lo que siento. 

Hoy ha de perdonarme la vida, porque traigo el ánimo en franca rebeldía. Mañana será otro día, y como tengo mis trucos mentales, inventaré otra pirueta.