Después de la algarabía y de la indomable búsqueda, después de la adrenalina y del voraz descubrimiento,
sobre la huella de los tan cargados años
de pruebas y regalos,
de aprendizaje y tormentos, de amor y despedidas,
cuando amainaron las inquietudes y presencias fundamentales se retiraron, cuando cambió el sentido de los días,
después de los después
y de los antes impensables cuandos,
los libros permanecen.
Cercanos, íntimos, de pie,
en la curiosidad de la retina,
en la tibieza de las manos,
en el constante pensamiento,
al anochecer, al amanecer,
en el embrión de la despoblada madrugada.
Sólidos, contundentes, magnánimos,
rotundamente sabios.
Llenos de vida.
Siempre cómplices los libros,
en el complicado afán de cumplirle a la vida.