Nunca sabré si heredé tus dolores o temores o tus más salvajes anhelos. Nos faltó coincidir en la fase adulta donde padre e hija desmadejan lo íntimo. Nos hizo falta tiempo, tanto, que veo en otra dirección para no imaginar relojes ni almanaques.
Sé que heredé tu pasión desaforada por los libros, la locura por la música, tus ganas de bailar, lo zurdo y sus inconvenientes.
Conozco tan poco de tu esencia. ¿Qué te inquietaba, padre? ¿Qué te conmovía? Me cuentan que eras el encargado oficial de poner el árbol de Navidad de tu madre. Te recuerdo adornando el nuestro. Navidad jamás volvió a ser la misma. Ignoro si eras tan sentimental como lo soy yo. Ignoro tanto.
Quedan dudas perpetuas, asuntos a los que nunca podré poner punto final porque no conoceré respuesta alguna.
