Andar con cadencia ligera las afueras del domingo sin más compañía que un noviembre verde azul, desemboca en la visión benefactora de un camino nuevo.
El viento se deja fotografiar. Y en la captura de su garbo lo acompaña la eternidad del volcán.
Somos apenas tres. Un noviembre, un volcán y una mujer. Y este mediodía que anda con pereza silenciosa su ruta hacia la tarde, no necesita más.
