La tristeza tiene un color muy particular. Aunque tratemos de camuflarla suelta destellos.
Algunos la ven, otros la entienden, y hay quienes van más allá. La miden, la sienten, encuentran la vulnerabilidad que supone.
Se acercan, tienden un puente, para bien o para mal procuran algún alivio.
Luego se marchan.
Y no, no cambia. A pesar del paso fugaz de alguien que quiso hacer una diferencia, el color de la tristeza permanece intacto.