Hubo un tiempo de color y azúcar días de infancia en los que mi imaginación de caleidoscopio aun no había sido domesticada Habitaba espacios fantásticos en donde era capaz de volar la libertad flotaba en las burbujas de mi aire en las de mi estómago niño Tenía seis años un cerebro fabricante de aventuras y dos ojos que veían sueños en las nubes
Con toda la certeza de mis poderes imaginarios de niña que crea mundos mágicos emprendí mi vuelo Ese día supe que hay un sitio blanco frío, llamado sala de emergencias y un asunto como espacial que emite rayos X y toma fotos extraterrestres dentro del cuerpo Pero no hubo mayor daño apenas estragos físicos un poco de dolor otro tanto de sangre Mi imaginación permaneció intacta porque aunque fueron pocos segundos toqué ese cielo que solo los niños conocen sí, volé alto, muy alto durante siglos instantes Lo sentí en aquel centro mágico que brillaba en mi cabeza antes de que llegaran inevitables los tiempos de domesticación.