No te quedes viéndome así no deslices tus ojos hielo sobre mi cara desde esa torre tuya desafiante y misericordioso a la vez. Mi rostro es un minúsculo islote una posdata breve el párrafo de un prólogo pequeño apenas un principio o acaso el final. Ahí no encontrarás el manantial de mi verdad no son, mis facciones de muchas razas la jungla donde florecen mis raíces. Son solo dos cejas arañadas por el tiempo una nariz fracturada por danzas de otra vida huesos rotos, atornillados huesos ingenuos que aún sostienen mi faz. Este rostro de mujer es un simple contador del tiempo pecas nuevas con cada luna rayas de años que trazan con sinuosa geometría abstractos verticales y horizontales al azar. No lances las piedras de tu tiempo sobre mi cara atropellada por avalanchas de desconcierto violentada por escrutinios como el tuyo. Este rostro que desarmas con tu juicio es tan solo una imagen que la vida erosiona. Pon atención a lo que llevo dentro es tan fácil, habita cada cueva de mi imperfección. Aflora en la piel de mis palabras en el quehacer de mis manos en los fantasmas dueños de mis lágrimas en la campana de mi risa sobre el mármol de mi cautela en el tuétano de mi miedo. Explora el hilván de ideas que sin conocer tregua se balancea en mis lianas fluorescentes. Conoce la estrella que guía mi actuar las verdades que flotan en pozas de llanto en besos llamarada, en las frases francas que cuentan mi historia. Siente las ternuras que resguardo celosa, con el afán de quien conoce glorias escasas. Nada está escrito sobre mi cara entra en la selva que guardo adentro sumérgete en las razones y desazones y desiertos que me empujan a escribir a ser y hacer a observar o a cerrar los ojos. Resbala por el tobogán esmeralda que une mi cerebro de laberintos con mi corazón arco iris siente su compás. No, no perfores mi semblante no deslices, desde el pedestal de tus argumentos miradas sentencia sobre estos labios ahí no estoy yo, realmente yo. Mirar mi rostro de esa manera colocar tus manos de otro mundo sobre mi mejilla, como si te perteneciera jamás te mostrará la ruta que conduce al sagrario de mi cuerpo. Si recorres la simpleza de mis superficies así, a medias si no sientes el río de mi canción la corriente de sus aguas sus arenas movedizas perderás cada segundo de tu valioso tiempo.
