No se acerque usted con rostro de circunstancia a la cuna que cuida a su bebé, ignore el vaporoso olor que emana de su pequeño trasero. De esa golpiza que el tufo propina a su olfato, él no debe enterarse. Por el contrario, abrace fuerte, pero muy fuerte, a ese trocito magnífico de ser humano. No permita que el olor orgánico le amaine el ímpetu.
Tome a su niño con escandalosa ternura, estréchelo entre sus brazos en desaforado cariño. Apriételo contra su pecho, incéndielo de mimos. Coloque la punta de su nariz en el pliegue del cuello de su criatura. Inhale el olor a personita, dulce y cristalino y lácteo. Roce la oreja de perfecta pequeñez y sóplele una ventisca de cosquillas.
Béselo. Con el dedo índice recorra lentamente su mejilla de melocotón. Vea muy dentro de sus ojos infantiles. Ría sonoro y también sonríale en silencio.
Háblele babosadas. Dígale por ejemplo, que esa caquita que le va limpiar tiene poderes mágicos, o que esta noche saldrán tres lunas. Cántele una canción ranchera, hágalo reír con su parodia de mariachi. No lo suelte, baile con él.
Colóquelo con extrema ceremonia sobre el vestidor, como si fuera de cristal, como si fuera de algodón. Mientras lo hace, dele un beso y dele otro. Roce narizota con naricita. Acaricie su cabeza de pelusa tierna, pinte en ella culebritas.
Colóquelo con extrema ceremonia sobre el vestidor, como si fuera de cristal, como si fuera de algodón. Mientras lo hace, dele un beso y dele otro. Roce narizota con naricita. Acaricie su cabeza de pelusa tierna, pinte en ella culebritas.
Uno a uno, abra los botones de la pijama. Bautícelos. Póngales el nombre de un animal.
«Este es el botón oso, este otro es el botón renacuajo y aquí se esconde el botón mosca.»
Saque suavemente una piernita, dibuje en ella una vereda de besos. Luego saque la otra, no olvide la vereda. Salude a cada uno de sus deditos. Ponga diez besos a sus pies.
Mientras le quita el pañal sucio, dígale su nombre completo muchas veces, suba y baje el tono, como si recitara. Sorpréndase al descubrir el contenido del pañal, celebre con algarabía. Que vea su fiesta. Cuéntele que su barriga hizo una obra de arte con barro café. Enséñele a su niño a reír de su propio popis.
Ríase de nuevo, cerca muy cerca de su pequeño rostro. Que lo sienta siempre de su lado.
Forme una pelota con el pañal. Tírelo de una mano a la otra como si fuera malabarista. Cerciórese de que su bebé sigue el juego con sus ojos.
Note cómo ríe.
Saque un paño húmedo imitando a un mago cuando descubre un conejo en su sombrero. Pase la toalla por su culito rosa, sin rumbo fijo, como si se tratara de un barco a la deriva. Vuelva a su canción de charro.
“Si Adelita se fuera con otro, la seguiría por tierra y por mar. Si es por mar en un buque de guerra, si es por tierra en un tren militar…”
Vea y escuche, ¿ya se dio cuenta? Su bebé balbucea.
Limpie despacio su piel. Como si escribiera con pulcra caligrafía, no deje un solo palmo sin el trazo de sus letras invisibles. Dígale que sobre sus nalgas está anotando una lista de regalos para enviarla a Santa Clos. Sienta la alegría de su pequeñín.
¿Ya le dio otro beso?
Póngale talcos. Hágalo con gracia, primero en la parte de atrás. Suba las pequeñas piernas hacia el techo, cuéntele que son cohetes que van al espacio para ver las tres lunas. Acaricie el traserito con abundantes talcos, dibuje una carita alegre en cada nalga. Luego, en la parte de enfrente, espolvoree su barriga y roscas y todos los rincones. Dígale que está poniendo azúcar y canela sobre un rico cubilete, confiese que él es su cubilete y que se lo comerá a pequeños mordiscos. Déselos.
¿Se fijó? Su niño observa cómo usted mueve los labios al hablar. Y sonríe.
Estire el nuevo pañal. Huélalo como si fuera una fragante rosa, póngalo cerca de la nariz de su bebé, que también perciba el perfume baby chic. Luego cubra su rostro con el pañal, el suyo por supuesto. Jueguen al escondite. Pídale a su niño que lo encuentre.
En cámara lenta, coloque el pañal debajo del cuerpo fresco. Vuelva a cantar y tírele besos. Deténgase unos segundos para admirar su rostro sonriente. Grabe su imagen para siempre. Ajuste el primer adhesivo, ponga sobre su boca la cinta desechable que protege la goma, como si fuera bigote. Y sople para que la tira baile. Note, una vez más, cuánto se divierte su chico. Repita la acción con el segundo adhesivo.
Coloque de nuevo las piernas, una por una, dentro de la pijama. Asegúrese de que está impecablemente limpia, si no es así, vístalo con una nueva. Póngale loción. Bese su mejilla izquierda, su nariz, la mejilla derecha, la frente, el mentón y la cabeza. Béselo muchas veces.
Levántelo despacio. El ritual ha concluido.
Estréchelo contra su pecho, como al principio, estréchelo durante el tiempo que considere necesario. Cierre los ojos.
Y sí, también dígaselo con palabras.