Desde la añoranza, desde la memoria y sus recovecos todos.
Desde la experiencia de antaño, la de ayer y la de este preciso momento.
Con recuerdos escribo acerca de antes, con fonemas nuevos describo el ahora,
en un intento por comprender.
Desde las creencias que ya no son. Las que hacían daño.
Desde las que rompí en mil pedazos y solté al viento,
también desde las que quemé en la hoguera del sinsentido.
Escribo desde lo que creí y amordazó mi alma,
para jamás olvidar.
Escribo a partir de las más puntiagudas carencias.
Nacen párrafos interminables en el sótano donde se oculta lo que hizo falta,
lo que tanto urge, lo que nunca llega.
Escribo para invocar aquello que me define como mujer incompleta,
para continuar la búsqueda.
Desde el asombro infantil que no me abandona,
y desde las simplezas que tanto fascinan.
Escribo, sí, todos los días muchas palabras.
Urgentes y arrebatadas.
Pertenezco a un extraño grupo de personas que trae palabras enrolladas en las manos,
en los brazos, en todo el cuerpo.
Hilvanamos collares imposibles con palabras.
No somos escritores pero no vivimos sin escribir.
Llevamos la fuente dentro, como a la procesión.
Nicté