Sin velas el viaje continúa

Lento y a pausas navego
 esta vida líquida
de ríos y océanos.
Recorro en asombro constante
el universo de burbujas, 
aguas de tantos matices
 y fuerzas invencibles.
De verdes y azules y  
caprichosos vientos. 
Sin velas y a la deriva quedé 
después de las noches huracán,
tal vez se perdieron durante
aquel naufragio que hundió mis
lienzos de navegante en
profundidades inalcanzables. 
O quizás ardieron mis velas 
bajo el fuego amarillo  del trueno, 
durante aquel siniestro
desencuentro sin  luz  de faro.
Continúo a flote, a pesar de
encalladuras y tempestades.
Suave deslizo mi cuerpo 
por aguas mansas o agitadas,
Persisto en mi viaje constante de 
amaneceres y estrellas fugaces.
El sol y la  montaña esmeralda 
custodian mi paso sin prisa 
sobre las aguas inciertas,
y sonríen ante mi danza apacible 
sobre corrientes amables. 
Danzas náuticas que nacieron
antes de la  tempestad y
muy dentro quedaron.
Y cuando llega la luna que arrastra
 a la noche de silencios rotos 
por grillos que se buscan,
 dejo caer el ancla de 
mi imaginación en las 
aguas serenas, traslúcidas.  
Soy esa barca que no usa
motores de combustible oscuro, 
mi movimiento es un impulso 
natural de aire y brisa y gotas 
de sal que flotan, mojan y 
me acompañan en la espera
de cada día, de todas las noches.
El puerto que tanto busco
todavía no surge en mi
horizonte cansado, o será 
acaso que mi destino inventado
de cristal y violines y besos,
aun no nace, o acaso jamás lo haga.