Regalo

Trastocan ánimos ciertos regalos, giramos y nos elevamos  al recibirlos. Tengo mis favoritos.  Las flores porque traen fragancia y color y cariños. La Música que transporta y me transforma. Una conversación hilvanada con confianza y cercanía, tiempo a manos llenas.
Y claro, me ilusiona recibir libros. Algunos son permanentes, otros, son letra pasajera: los libros que me compran y los que me prestan. Es un obsequio por doble partida que alguien ponga en mis manos un libro prestado. Quienes hemos hecho de la lectura un hábito parecido a la respiración, sabemos de qué hablo. Un libro prestado trae las manos de su dueño en cada página.  Llega con notitas o frases subrayadas que revelan asombros personales.  Ocultos entre líneas brotan rasgos de quien ya lo recorrió, y eso es un tesoro.

Prestar un libro reverenciado es un acto de extrema generosidad. Es regalar historias ya vividas, es invitar a caminar por un sendero conocido e inolvidable. Existe complicidad cuando compartimos lectura, es un rito,  la entrega de una experiencia permanente. Prestar un  texto ya usado por tus ojos es un acto de intimidad. Un gesto que se agradece con palabras y abrazos. Y aún así,  la simple gratitud  queda corta.


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