El Encuentro primero

He movido de un lado a otro los muebles de mi cabeza. Busco mi primer encuentro con los libros. El primero de los primeros. He de haber sido tan pequeña, que andará esa imagen agazapada debajo de algún baúl. Los años han amueblado mucho de ideas y experiencias mi espacio mental. Y de libros. Tengo sin embargo, un recuerdo grande. Un momento imborrable. Dos libros gigantes y elegantes: “Cuentos del País de las Nieves” y “Cuentos de Andersen.”

Fueron regalo que a mi mamá le hizo su abuelo una Navidad cuando era niña. Tesoro por doble partida. Desteñí sus páginas de las tantas veces que los leí. Desde “La Sirenita” –el cuento de verdad, el de la siniestra espuma- hasta “La Niña de los Cerillos”, pasando por “Los Zapatos Rojos” y “El Patito Feo”. Eran tristes, muchos no tenían el final feliz que a alguien se le ocurrió darles. Pero eran grandiosos. Y me marcaron. Si dibujara un caminito, libro tras libro, de todo lo que he leído desde el encuentro con la niñez de mi mamá, no sé hasta dónde me llevaría. Muy lejos seguro.

Hoy celebro a todos los libros. Es su día internacional. ¿Cómo no rendir homenaje? Si me regalan la vida una y otra vez. En ellos viajo a pasados y al futuro. Visito lugares y corazones, conozco a gentes imaginadas y a personajes de verdad. Aprendo la historia de este loco mundo y sus mil culturas. En los libros me he enamorado muchas veces. Pocos asuntos tan generosos como un relato magnífico, como el asombro, como la rutina agrietada gracias a la bondad de sus páginas.

A todos mis cómplices en esta locura salvadora, les mando un abrazo de letras. Festejemos la grandeza de la literatura. Y cuéntenme, ¿Qué leen hoy, corazones de tinta?