Es hora de que hablemos, mi querido Ricardo. Me trago la vida. Cierro los ojos y me veo celebrando cuarenta años. Los abro y realizo que ya pasaron cinco. En pocos días cumpliré cuatro décadas y media. El tiempo no perdona, a galope tendido viajan sus lunas. Volveré a abrir los ojos y estaré alcanzando los 50, y está bien.
Al abrir esa puerta me encantaría escucharte cantando «Señora de las Cinco Décadas». Escríbenos una nueva canción. Sin duda, encontrarás musas en tus sueños,en tu experiencia. Inspírate.
Por favor, no olvides incluir las mismas cosquillas, las pisadas de fuego, la fuerza volcánica en la mirada. Aunque esté cansada no la despojes de su lava. Adorna tu tonada con amor rotundo, no importa que solo nosotras lo sintamos. Será consuelo en momentos de hormonas desorientadas y en soledades reales o imaginarias.
Haznos sonreír, no hay regalo mejor. La desmemoria ya hace travesuras. Precisa que nos recuerdes la posesión de talentos viejos para nuevos manejos.
Canta sobre pasiones que se añejan y no se evaporan, convéncenos de que son nuestras. Revívelas con tu guitarra, ponnos a volar. Con sentido del humor, celebremos la dulce e inevitable decadencia.
Para la “amalgama perfecta” funde la solvencia que lo vivido nos otorga con irreverencia. Has un conjuro, músico talentoso. Rinde homenaje a los tantos momentos, a las lágrimas, a las arrugas. Vístenos el corazón de gala. Cuenta cómo, a paso de año se convirtió en maestro de los afectos.
Reitera que el arte del beso es inmune al peso de los días, que evoluciona en audacia, que puesto a buen uso, jamás envejece.
A la grasa abdominal, ni modo, no hay filosofía que le haga el favor. Tampoco fantasía. Ni la recuerdes, de ese fastidio se encarga el espejo.
Obra magia en el pentagrama, querido. Acataremos consejos. No intentaremos volver a los cuarenta. Ni siquiera para ver lo que dejamos perdido.
Agasájanos con tu estribillo por favor. Como lo hiciste al celebrar los cuarenta, tu voz nos hará reír, y con suerte, creer.