TIGRE Y ZAPOTE

Leí “El Tigre” de Flavio Herrera hace mucho. La descripción de las fincas de la boca costa que dejó en la novela jamás la olvidé, tampoco la poesía que usó para explicarlas. Todo era fuego y ardor. Violencia, seducción. Entiendo por qué a este autor el trópico se le metió en el alma, algo parecido sentí yo. Hay una fuerza en el ambiente, los colores son tan explosivos como la fuerza que mueve al caudal de sus ríos.

La exuberancia del aire, de las flores y los animales se mete con ímpetu por los ojos, nos posee. Parece droga que invade la sangre. La calidez y el aroma de lo verde y de la gente son un espectáculo. Inspiran. Todo es tan intenso que abruma un poco y alborota mucho.


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