Hoy hace quince años murió otro de mis grandes poetas. Y digo míos porque estos duendes del buen verso, de verdad me acompañan. En un encuentro íntimo, porque he aprendido que la poesía es un vicio de soledades. No puede compartirse mucho. Cada quien la entiende como siente la vida. Y nadie la siente igual.
Conocí a Sabines en “El Cielo de Los Leones” de Ángeles Mastretta. Sus versos hicieron todo el sentido y me llenaron tanto que voy por la vida coleccionándolos. “La Luna”, es de mis favoritos. A propósito de las recientes noches de luna iluminada se los dejo. Para que se tomen la luna a cucharadas.
LA LUNA
(Jaime Sabines)
La luna se puede tomar a cucharadas
o como una cápsula cada dos horas.
Es buena como hipnótico y sedante
y también alivia
a los que se han intoxicado de filosofía.
Un pedazo de luna en el bolsillo
es mejor amuleto que la pata de conejo:
sirve para encontrar a quien se ama,
para ser rico sin que nadie lo sepa
y para alejar a los médicos y las clínicas.
Se puede dar de postre a los niños
cuando no se han dormido,
y unas gotas de luna en los ojos de los ancianos
ayudan a bien morir.
Pon una hoja tierna de la luna
debajo de tu almohada
y mirarás lo que quieras ver.
Lleva siempre un frasquito del aire de la luna
para cuando te ahogues,
y dale la llave de la luna
a los presos y a los desencantados.
Para los condenados a muerte
y para los condenados a vida
no hay mejor estimulante que la luna
en dosis precisas y controladas.