Día: 19 de enero de 2014
LA HERMANA SEGUNDA
SOBRINAS
No tuve hijas. Por su sabiduría y por poseer sentido práctico sobre ciertos asuntos, Dios así lo dispuso. O fue simple tino del destino. Aunque me moría por una niña.
Pero tengo sobrinas, variadas y hermosas. Por un lado, poseo niñas que llevan mi sangre y me traen derretida.
Está Ana Paula, la mayor de mis sobrinas, hija de la menor de mis hermanas. Adolescente de trece con porte de modelo, me saca media cabeza. En ella guarda un cerebro brillante. Algo mío trajo esta niña en sus genes. La costumbre de enamorarse con ánimo romántico -como solo se puede cuando se es joven- y la pasión por la lectura. Van de la mano, creo, el enamorarse y la literatura. Así las cosas, Paula y yo nos entendemos mucho y nos queremos más.
Camila la pequeña, es hermana de Mariela. A sus ocho años es la estratega de nuestros afanes, nadie se resiste a sus encantos. Con voz ronqueta y ojos de gata joven es dueña de su espacio y el de otros. Todavía emana ese olor a bebé que invita a morderle los colochos dorados que pronto se extinguen. Pero es la jefa.
Tengo también a mis otras niñas. Sobrinas que no llevan mi sangre pero si mi cariño incondicional, a donde sea que la vida las conduzca. Mónica y Virginia son ya mujeres buscando y encontrando sus caminos. Andrea de trece, se conduce con aire de princesa y pocas palabras en la boca, pero da discursos luminosos con la mirada. Y la bebé Piñol, a sus ocho años ya es balletista. Devota de los animales, se llama Melissa y no conoce aún sobre los miedos. Igual juega con perros que con delfines, como si los hubiera conocido en otra vida.