Antes de que continúes, y sigas calificando mi proceder, con la mejor intención, te pido algo. Ven, te invito a que andes mis caminos, que conozcas mis veredas de campos y desiertos. Para eso, es preciso que calces mis sandalias. Sin ellas, no sería lo mismo.
Camina mis días de luz, disfrútalos. Conoce esas rutas buenas, suaves y floreadas. Fueron regalo supremo que la vida me dio. Saborea sus mieles y aspira su perfume, si prestas atención, sus sensaciones quedarán en ti para siempre y entenderás mis alegrías descabelladas. Escucha mi música, baila con ella, lee mis libros y descubrirás algo acerca de mi mente. Abraza a mi gente, son lo mejor que encontrarás en mi paisaje, bésala y acaríciala, experimentarás lo que es sentirte viva. Conoce a cada persona mía, óyela, obsérvala. Presta especial atención a los niños de mi vida. Son maestros de lo grande y lo pequeño. Atesora las vivencias afortunadas, han sido herramienta en mis momentos menos dichosos. Aprende lo que yo aprendí, no dejes de asombrarte por cosas simples. El asombro es juventud que no quisiéramos perder.
Pero no todo ha sido flores y luz. No te despojes de mis sandalias aún. Úsalas también en los caminos escabrosos. Siente las espinas que me lastimaron, tropieza con mis rocas. Presencia los desencuentros oscuros y el frío que me acompañó. Detente al pie de esa cima empinada y agresiva. Respira, di la más ferviente de tus oraciones y empieza a subir. Con paso pensado, busca valentía hasta por debajo de las piedras, verás que es difícil de encontrar. Estuve de rodillas clamando por ella, tú también clamarás. Te mojarán mis lluvias, te golpearán mis vientos. Como a mí, las vivencias adversas, te acalambrarán el corazón.
Derrama mis lágrimas, siente mis vacíos y soledades, padece mis miedos. Te acecharán en el camino más gris y desolado. Pero sigue, no detengas tu paso, aunque te tiemblen las rodillas. Sube, baja, cáete y vuélvete a levantar. Cuando recorras mis cuatro décadas de vida, entierres a mis muertos y padezcas mis dolores, cuando nos encontremos en el hoy después de tu viaje, entonces, poseerás la solvencia para juzgarme.
Por mi parte ofrezco lo mismo: calzar lo tuyo, vivir tus días, sentir tu luz, padecer tus sombras. Luego hablamos. O tal vez, solo te abrace.