FELIZ Y URBANO

En medio de la urbanidad de siglo XXI, los alrededores de la empresa donde trabajo tienen un toque rural, que me encanta. Se ubica en la zona 14. No están en la parte elegante y cosmopolita de Euro Plaza y la Cañada. Se encuentra en la zona del Mercado y el Cementerio La Villa. A la vecindad de mi oficina, hay una avícola. Eso de que el gallo canta solo al amanecer, es un mito. Mis vecinos ofrecen concierto permanente desde que sale el sol, hasta que se retira. Parece el Tigo Fest. A veces, escucho que se baten en duelo a puro canto.
Hoy hubo un escándalo mayor que el cotidiano. Esta vez fueron las gallinas, quienes suelen ser más discretas. Se oían descontroladas. Seguramente, un gallo galán hacía de las suyas. También se escuchan gansos, es divertido porque pareciera un coloquio entre plumas. Además del gallinero, también hay una escuela primaria. Cuando suena la campana del recreo, cuento a tres, y se escucha como que hubieran destapado un tonel con mil abejas, en un estadio con micrófonos. Los niños, los gallos y los gansos –con sus respectivos decibeles– compiten. Cuando nos visitan clientes o proveedores, sorprendidos, siempre preguntan. Y es que pareciera que son parte de nuestro equipo de trabajo, se oyen muy cerca.
Para mí, son parte del folklore de la oficina, y me haría mucha falta su algarabía si se fueran. En especial, los viernes. Ese día a los niños les dan permiso de escuchar música, y yo, la escucho con ellos. Hay días de mucho trabajo, deadlines y rutina estresante, pero aburrimiento ¡jamás! Las aves y los niños se encargan de mantenerlo muy lejos.

APEGO AROMATICO

No puedo vivir sin ti. Yo sé, esta relación disfuncional y nociva en la que hemos coexistido,
 no ha traído nada bueno a mis días. Tu amargura me envenena y corroe mi sistema.
 Sin embargo, te necesito. Llámalo codependencia o apego, ambas palabras están de moda. Al menos, tengo valor para aceptar mi realidad, dame ese crédito, y se benévolo con esta tu esclava. Sin ti, no soy nadie. Mi existencia requiere de tu calor húmedo en mis labios, tu olor grandioso, tu aspecto robusto.
Mi mente no se enciende sin tu estímulo, la imaginación y la razón mueren poco a poco sin tu presencia. Tu ausencia me apaga. Así es, así ha sido durante más de veinte años. En ocasiones eres canalla y déspota, en otras -menos frecuentes- llegas suave y generoso, pero siempre resultas vital.
 Sí, amado y venerado Café, no puedo dejarte. Tu taza y yo, te esperamos ansiosas, con boca y brazos abiertos.

LOS ACUERDOS DE PAZ

El perro de nuestros hijos -el guapo de la familia- es un Husky siberiano parecido a Brad Pitt. Es rubio-canelo y tiene ojos azules. Se conduce como príncipe de la realeza canina. Mis mascotas, pequeñitas y plebeyas, son una pareja de pericas australianas. Benedetti, el macho, tiene sus atributos: plumas frondosas de un amarillo parecido al jugo de naranja natural y su pico es azul eléctrico.  Neruda -la hembra- no es tan agraciada. Pero es quien manda en la jaula.
Hace unos meses, Blitz -así se llama el perro guapo- derribaba la jaula embistiendo su pedestal. Ellas atemorizadas, se desplumaban volando de un lado a otro y emitían graznidos de pavor. Gracias a los barrotes, él no encontraba forma de refaccionarse a mis aves.
Hoy observé como se relacionan, es interesante. El perro y mis niñas evolucionaron en su convivencia. Despacio, el da dos vueltas a la jaula, ellas giran sin perderlo de vista. Blitz mueve su cola con alegría, y se echa al lado. Las ve mientras descansa. Ellas cantan para su majestad, él aprueba el concierto acomodándose mejor. Con un movimiento amable de cola y algunos trinos, firmaron sus acuerdos de paz.

HOMENAJE A MIS AMIGOS

Nuestra identidad se define –en gran parte—por el camino que hemos recorrido. En este paseo por la vida, nos han acompañado amigas y amigos, maravillosos e inolvidables, que le han dado risas y color. Están aquellas amigas con las que jugábamos jax en los recreos y muñecas por la tarde. También, los amigos del kickball y las excursiones –¡alegrísimas!—de la primaria. Con baqueta en mano y buenos… cuates, martillábamos la marimba en el colegio. Juntos, la hacíamos cantar. ¡La pasábamos de lo mejor! ¿Cómo olvidar nuestros debates sobre qué pasaría con Lito y Valeria?
De repente y sin darnos cuenta, a medio camino, atravesamos el umbral de la niñez a la adolescencia. El recuerdo de esta época –la mejor de todas:)– no sería el mismo, si no la hubiéramos vivido en compañía de nuestros ocurrentes y hasta temerarios amigos de fiestas, Skateland y La Crepe. Escuchar una canción, puede que nos recuerde eventos o épocas, pero siempre trae a nuestra memoria a personas queridas.
Cuadernos con corazones, los versos de Bécquer y redoblantes de marcha, nos hablan de nuestra feliz secundaria. ¿Qué decir de las amigas de hobbies? ¡Inolvidables! Imposible borrar de la memoria castañuelas, faldas y tacones, bailando al ritmo de sevillanas en nuestras eternas clases de flamenco.
No seríamos quien somos, sin lo que nuestras amistades nos regalaron. Hoy rindo homenaje a todos estos amigos y a los momentos que compartimos. Celebro su vida y agradezco que formen parte de la mía. Deseo hoy –y siempre— que los besos, abrazos y el amor los acompañen.