El 2012 se ha despedido. Engrosó la cosecha de niños en algunas familias. Otras, dijimos adiós a seres queridos para siempre. No somos las mismas personas que éramos cuando empezó. Nunca lo somos. Es el ciclo natural de los tiempos y su paso.
Cada año nos regala nuevas experiencias, presenta retos y oportunidades para evolucionar. Viene acompañado de risas y lágrimas, de alegrías y golpes. Nuestra actitud ante el balance de lo bueno y lo malo, define la huella que el año imprime en nuestra historia personal.
Lo canta Milanés: «¿Cuánto gané, cuánto perdí? Qué cosa cosa me ha hecho feliz, que cosa me ha de doler…»
Deseo a mis amigos que el 2013 venga cargado de momentos benditos y enriquecedores. Que traiga, o mantenga, relaciones de buena conversación y mucho amor, con besos y abrazos ricos.
Espero también que tengan vivencias de las buenas. Esas que regalan mucha risa -de la contagiosa- y satisfacción en abundancia.
Por último, deseo a quien lea ésto – y a todos- que la felicidad la encuentran adentro. Y que sea tanta, que necesiten compartirla.